Contradicciones de una mamá
- Lizeth
- 5 avr. 2020
- 1 min de lecture
La siesta después de comer es un momento en particular que espero para dedicar tiempo a mis pendientes del día con calma y concentración. Ayer sábado ocurrió que la siesta de Amelia se alargó mucho más de lo habitual y me encontré, para mi sorpresa, extrañándola.
Es una de esas contradicciones como mamá que más me gustan: desear por momentos la ausencia de tu pequeñín para poder avanzar con tus cosas pero al rato estar echándole mucho de menos.
Luego de casi tres horas de su siesta decido ir a su habitación para verificar que todo esté bien. Ví su pecho moverse (eso me alivia de inmediato) y me quedo un rato mirando su carita: sus pestañas largas y sus mejillas redondas y lisas como porcelana me envuelven de ternura. Me quedo unos segundos más observándola y me pregunto qué sueña porque mueve ligeramente los dedos de su manito. Por un segundo vacilo entre dejarla dormir un rato más o despertarla de una vez para que los horarios de la merienda y principalmente de acostarse más tarde en la noche no sean afectados. Y recuerdo que el dormir activa la hormona del crecimiento y opto por dejarla dormir. Menudo dilema de la tarde.
Salgo sigilosamente esquivando el libro de cuentos que estaba tirado en el piso y regreso a la sala para seguir sumergida en la computadora.
Unos minutos después escucho sus balbuceos. ¡Amelia se despertó!
Y me encuentro deseando que su sueño se haya alargado unos minutitos más para que me dé tiempo de terminar las últimas líneas de un mail que estaba redactando.
Contradicciones de mamá, pasan toooodo el tiempo.

Au revoir,
Lizeth
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